De la quietud

Llega el momento en el que se presenta claro un hecho del destino: a veces, el acto más valeroso es simplemente ser. Sumidos en un mundo que permanentemente nos requiere movimiento, acción y tremor, la quietud es la respuesta más firme y poderosa. Abrazar, pues, el silencio, es abrazar la claridad, pues es en la inmovilidad y la ausencia del ruido donde descansa y reside nuestro verdadero ser. Pero que tal quietud nunca te quite, pequeño, la virtud de la presencia en el mundo: sé quieto pero sé. Porque ante el alebrestado todo lo que es cotidiano parece mundano, pero te recuerdo que en lo difuso y convulso del mundo en el que vivimos un día extrañarás lo que fue, cuando veas todas las fotografías acumuladas en tu haber.

Vive, quieto, pero permanentemente en movimiento. Hay tantas cosas por ver.




Comentarios