Dido et Aeneas

Tu mano, oh Belinda. 
La obscuridad me abraza.
Déjame descansar en tu regazo.
Más haría, pero la muerte me invade.
La muerte es, ahora, un invitado bienvenido.

Cuando se me ponga en la tierra,
Que mis errores no creen problemas en tu pecho.
Recuérdame, recuérdame, pero, ¡ah!, olvida mi destino.
Recuérdame, pero olvida mi destino.


Ellos me dicen que en el mundo tendré, siempre, un lugar. Que me quieren, y que no me quieren lejos. Espero que mis actos tontos, mi debilidad y mi fragilidad no los aleje de mí. Por favor, llévenme consigo siempre, esté donde esté, pues yo los llevaré conmigo. Les amo, a ambos, a la vez. No saben cuánto. No lo sabrán jamás, pero espero lo sientan. Gracias por esto que me han dado, que es el cariño de dos almas que había estado buscando y que, entre ustedes, más se aman. Gracias por hacerme, por fin, un poco más completo.

Que la tierra les sea siempre leve, y que sus pasos pisen, siempre, pastos verdes.







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